El reciente anuncio de Honduras de romper relaciones diplomáticas con Taiwán y reconocer el principio de “una sola China” es una vuelta de tuerca más en el giro político que está protagonizando América Latina para reconocer al gigante asiático como una gran potencia económica y comercial que cada vez tiene más influencia política en la región.
Honduras y Taiwán, considerada por China como una provincia rebelde, mantenían desde 1941 una intensa relación de cooperación militar, educativa y económica. Sin embargo, la presidenta hondureña, Xiomara Castro, ordenó días atrás a su canciller, Eduardo Enrique Reina, establecer relaciones diplomáticas con China, lo que ha supuesto la ruptura con Taiwán.
“Esto es el reconocimiento de una coyuntura internacional que no se puede seguir negando y es el posicionamiento de China como gran potencia”, explica a EFE Luciano Bolinaga, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina).
“A medida que se consolida este rol, China tiene más instrumentos, más herramientas para poder presionar a los Gobiernos, no solamente de América Latina, sino de diferentes partes del mundo”, señala Bolinaga, director del Grupo de Estudios del Asia y el Pacífico de la Universidad Abierta Interamericana de Rosario.
En efecto, Honduras busca establecer relaciones con China para atraer más inversiones y resolver su alta deuda exterior, que supera los 9.500 millones de dólares, aunque deja abierta la posibilidad de mantener vínculos comerciales con Taiwán, con quien tiene una deuda bilateral de 600 millones de dólares que Taipéi se ha negado a reestructurar.
“Con su proceso de modernización económica, China puede tener una mayor influencia financiera y comercial en América Latina”, detalla el profesor Bolinaga. “La mayoría de los países de la región se han convertido en el primer o segundo socio comercial, y además China es el principal inversor en la mayoría”, agrega.
Honduras está siguiendo los pasos de sus vecinos Panamá, El Salvador, República Dominicana y Nicaragua, que en los últimos años han roto relaciones diplomáticas con la isla en favor de la República Popular China, algo que inquieta a EE.UU.
Ahora, la lista de Estados que tienen relaciones diplomáticas con Taiwán se ha reducido a trece. Honduras es el noveno país del mundo y el quinto de Latinoamérica que desde 2016 corta con la isla.
Este giro comenzó en 1972, con el viaje a Pekín del entonces presidente estadounidense, Richard Nixon. “Ese acercamiento político fue un guiño para que los países alineados con Estados Unidos se aproximaran a la República Popular China”, recuerda Bolinaga. A partir de ese momento, “la gran mayoría de los países de la región comienzan a trasladar sus embajadas a la China continental”.
Antes de Honduras, Nicaragua también le dio la espalda a Taiwán. Fue tras las controvertidas elecciones generales de noviembre de 2021, en las que Daniel Ortega fue reelegido para un quinto mandato. Al mes siguiente, Managua restableció relaciones con Pekín y rompió con Taipéi, hasta ese momento uno de sus mejores socios económicos y principales cooperantes. En julio del año pasado, Nicaragua y China firmaron el Acuerdo de Cosecha Temprana, un paso previo al Tratado de Libre Comercio (TLC).
“Un tratado de libre comercio no implica necesariamente el reconocimiento de un Estado”, puntualiza Luciano Bolinaga. De hecho, los trece países que todavía reconocen a Taiwán, podrían firmar uno con China sin que eso implicara el establecimiento de relaciones diplomáticas.
“Ahora bien, Beijing no va a firmar un TLC hasta no asegurarse de tener el reconocimiento del principio de una sola China y que haya relaciones diplomáticas”, recalca el director del Grupo de Estudios del Asia y el Pacífico.
Antes de Nicaragua y Honduras, República Dominicana ya había establecido relaciones diplomáticas con China en mayo de 2018 rompiendo con Taiwán, que acusó al gigante asiático de haberlo logrado prometiendo préstamos por más de 3.000 millones de dólares.
Décadas antes fue al revés. “La diplomacia del dólar taiwanés -explica Bolinaga- le permitía generar inversión y financiamiento en muchos de estos países”.
También Panamá rompió sorpresivamente lazos con Taipéi, en junio de 2017 y reconoció el principio de «una sola China». Al año siguiente se firmaron más de treinta acuerdos bilaterales. Pero la lluvia de inversiones nunca llegó y el actual Gobierno panameño ha frenado el acercamiento, con lo que muchos proyectos han quedado reducidos a meros anuncios, entre ellos, el TLC.
“China promete algo a futuro, un aumento de las exportaciones o de las inversiones, a cambio de algo concreto y real, como el reconocimiento de Estado y el establecimiento de relaciones diplomáticas”, recalca Luciano Bolinaga.
Pero “esta impresionante capacidad económica y financiera es un instrumento al servicio del objetivo político del Partido Comunista”, advierte. “Cuando hablamos de inversión, estamos hablando de empresas que en su gran mayoría son estatales”.
La firma de un TLC fue también el motivo de que El Salvador anunciara en agosto de 2018 la ruptura de relaciones con Taiwán y el establecimiento de lazos con China. En noviembre pasado, el presidente Nayib Bukele dijo que quería firmar «lo más pronto posible» un tratado de libre comercio.
Por su parte, Guatemala mantiene relaciones bilaterales con Taiwán desde noviembre de 1960 y en la actualidad es, junto con Belice, el único país centroamericano con lazos comerciales con la isla, y no con China. El Gobierno de Alejandro Giammattei considera a Taipéi un «aliado estratégico para el desarrollo».
Más al sur, las relaciones con Taiwán son tema de debate en la campaña para las elecciones presidenciales del próximo 30 de abril en Paraguay, país que estableció lazos con la isla en 1957, en plena dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989). Y mientras la oposición valora como «una opción importante» una posible relación con China, el presidente Mario Abdo Benítez, califica a Taiwán de «faro de la democracia». EFE