Estados Unidos – A lo largo de los últimos años, la humanidad es testigo de un aumento alarmante en las sequías y una disminución generalizada de los recursos hídricos en diversas regiones del planeta.
Ahora, un descubrimiento realizado por científicos de la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán, basado en mediciones satelitales, señala que la crisis del agua dulce es mucho más profunda y global de lo que se pensaba.
El informe fue publicado en la revista especializada Surveys in Geophysics y podría indicar que los continentes de la Tierra entraron en una fase persistentemente más seca.
Según un estudio reciente, la cantidad total de agua dulce en la Tierra ha disminuido de forma abrupta desde 2014, y este fenómeno podría ser indicativo de una nueva fase de sequedad persistente que podría amenazar tanto a los ecosistemas como a las sociedades humanas.
Los recursos hídricos son fundamentales para la vida en la Tierra. Desde el consumo humano hasta las actividades agrícolas, el agua dulce es la base de muchas de nuestras actividades cotidianas.
Sin embargo, a pesar de su aparente abundancia en el planeta, el agua dulce disponible es limitada, ya que solo el 3% del agua de la Tierra es dulce, y una parte de ella está atrapada en forma de hielo en los polos.
Esta agua es la que abastece a las poblaciones humanas y animales, alimenta los cultivos y sustenta los ecosistemas de ríos, lagos y acuíferos subterráneos. Su disponibilidad es, por tanto, un bien preciado y escaso.
En el último estudio realizado por la NASA y otros centros de investigación, se analizó la disminución del agua dulce desde 2014 a través de datos proporcionados por los satélites GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) y sus sucesores GRACE-FO.
Estos satélites permiten medir los cambios en la masa de agua sobre y debajo de la superficie terrestre, proporcionando información precisa sobre la cantidad de agua almacenada en los ecosistemas globales.
Lo que descubrieron los científicos es alarmante: desde 2015 hasta 2023, la cantidad promedio de agua dulce almacenada ha disminuido en 1.200 kilómetros cúbicos, respecto a la medida entre promedio entre los años 2002 a 2014.
Las causas de esta disminución no son simples, sino que están vinculadas a una combinación de factores naturales y humanos.
El fenómeno de El Niño, que se presentó con particular intensidad entre 2014 y 2016, tuvo un impacto significativo en los patrones de precipitación globales.
Este evento climático, que está relacionado con el calentamiento de las aguas del Pacífico tropical, altera las corrientes atmosféricas y cambia las lluvias y nevadas en diversas regiones del planeta.
Sin embargo, el impacto de El Niño no ha sido el único factor involucrado en la crisis del agua.
El calentamiento global, impulsado por las emisiones de gases de efecto invernadero, ha exacerbado la evaporación del agua y alterado los ciclos hidrológicos.
Según el meteorólogo Michael Bosilovich, del Centro Goddard de la NASA, “el aumento de las temperaturas aumenta tanto la evaporación del agua de la superficie a la atmósfera como la capacidad de retención de agua de la atmósfera, lo que aumenta la frecuencia e intensidad de las condiciones de sequía”.