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Xi Jinping se asegura un tercer mandato sin precedentes como presidente de China 

El tercer mandato sin precedentes de Xi Jinping como presidente de China fue refrendado oficialmente este viernes por la élite política del país, lo que consolida su control y le convierte en el jefe de Estado comunista de China que más tiempo lleva en el cargo desde su fundación en 1949.

Xi fue reelegido presidente por otros cinco años por el Poder Legislativo chino en una votación ceremonial celebrada en el Gran Salón del Pueblo de Beijing, un ejercicio coreografiado de teatro político destinado a demostrar la legitimidad y la unidad de la élite gobernante.

Recibió 2.952 votos por unanimidad y fue ovacionado.

El nuevo nombramiento de Xi, el líder más poderoso y autoritario de China en décadas, se consideró en gran medida una formalidad, después de que el pasado otoño se asegurara un tercer mandato al frente del Partido Comunista Chino que rompió las normas.

En China, la presidencia –o “presidente del Estado” en chino– es un título en gran medida ceremonial. El poder real reside en los cargos de jefe del partido y del Ejército, dos funciones clave que Xi también ostenta y para las que fue reelegido en un congreso clave del Partido Comunista, celebrado en octubre.

No obstante, su nuevo nombramiento como jefe de Estado completa oficialmente su transición a una segunda década en el poder.

Y se produce en medio de una remodelación más amplia de las funciones de liderazgo en el Gobierno central, o el Consejo de Estado, y otras organizaciones estatales que aumenta aún más el ya firme control de Xi sobre los resortes del poder.

Se espera que Li Qiang, uno de los protegidos de mayor confianza de Xi, sea elegido primer ministro de China este sábado.

Tradicionalmente, el cargo de primer ministro es una función influyente a cargo de la economía, aunque en la última década, su poder se ha visto gravemente erosionado por Xi, que ha concentrado casi toda la toma de decisiones en sus propias manos.

Este viernes, la Asamblea Popular Nacional (APN) también nombró a otros dirigentes clave del Estado, entre ellos Zhao Leji, como jefe del organismo, y Han Zheng, como vicepresidente del país.

Todos los recién nombrados juraron públicamente lealtad a la Constitución china en el Gran Salón del Pueblo.

La la Asamblea Popular Nacional también aprobó un amplio plan de reforma de las instituciones dependientes del Consejo de Estado, que incluye la creación de un organismo regulador financiero y una oficina nacional de datos, así como la renovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

La reforma se considera un paso más de Xi para reforzar el control del Partido Comunista sobre áreas clave de la formulación de políticas.

Desafíos futuros

Aunque Xi se ha asegurado un firme control del poder, se enfrenta a una miríada de desafíos tanto dentro como fuera del país.

La economía china está luchando por recuperarse de tres años de duras restricciones a la inversión, la confianza de los inversores está menguando y se avecina una crisis demográfica, ya que el país ha registrado su primer descenso de población en seis décadas.

China también se enfrenta a una serie de vientos diplomáticos en contra por parte de Washington y otras capitales occidentales, ya que las relaciones se han desplomado en los últimos años debido al historial de Beijing en materia de derechos humanos, su expansión militar, la gestión de la pandemia de covid-19 y su creciente asociación con Rusia.

En unas declaraciones inusualmente directas, Xi acusó este lunes a Estados Unidos de liderar una campaña para reprimir a China y causar sus graves problemas internos.

“Los países occidentales, liderados por Estados Unidos, nos han contenido y reprimido de forma generalizada, lo que ha supuesto graves desafíos sin precedentes para nuestro desarrollo”, dijo Xi a un grupo de asesores gubernamentales  representantes de empresas privadas, al margen de la reunión de la APN.

Xi ha entrado ahora en un nuevo territorio histórico.

Ningún dirigente chino había ostentado el título de jefe de Estado durante más de 10 años, incluido el padre fundador de la China comunista, el presidente Mao Zedong.

Liu Shaoqi, que sustituyó a Mao en la presidencia del Estado en 1959, fue destituido en 1968 y perseguido hasta la muerte un año después durante la tumultuosa Revolución Cultural de Mao.

Tras la muerte de Mao, el líder supremo, Deng Xiaoping, introdujo en 1982 la limitación de mandatos presidenciales en la Constitución china para evitar el caos y la catástrofe que se vivieron bajo el mandato vitalicio de Mao.

Deng también lideró reformas institucionales para lograr una mayor separación de cargos y funciones entre el partido y el Estado.

Sin embargo, esos esfuerzos se han visto gravemente socavados por Xi, que amplió enormemente el control del partido sobre el poder, y su propio control sobre el partido.

En 2018, la Asamblea Legislativa de China abolió los límites del mandato presidencial en una votación ceremonial, permitiendo de hecho a Xi gobernar de por vida.

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