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Pueblos indígenas se oponen a cárcel en las Islas del Cisne

Tegucigalpa, Honduras – Miembros de la Plataforma de los Pueblos Indígenas de Honduras manifiestan su rechazo a la construcción de una cárcel en las Islas del Cisne.

La protesta es una respuesta a la decisión del Gobierno hondureño de edificar este centro penitenciario en un área de gran valor ecológico.

Además de la marcha pacífica, se presentará un recurso de nulidad ante la Corte Suprema de Justicia.

Así lo ha confirmado, Modesto Morales, representante de la Plataforma y directivo de Mosquitia Asla Takanka (Masta), una organización de la etnia misquita ubicada en el departamento de Gracias a Dios.

Morales busca que se revierta la decisión del Ejecutivo, liderado por la presidenta Xiomara Castro.

Mire aquí: Zelaya afirma que construcción de centro penitenciario en Islas del Cisne reúne los requisitos

Controversia sobre la Construcción de Cárceles

La construcción de la cárcel en las Islas del Cisne, un parque nacional, ha sido objeto de controversia desde su anuncio en 2023.

La prisión, que albergaría a unos 2.000 internos de alta peligrosidad, ha enfrentado fuertes críticas de grupos ambientalistas.

También, se han pronunciado universidades, biólogos y defensores de derechos humanos, quienes advierten sobre el potencial daño ambiental que causaría esta infraestructura.

Resistencia y Rechazo Internacional

Además de las objeciones locales, la comunidad internacional también ha expresado su preocupación.

La embajadora de Estados Unidos en Tegucigalpa, Laura Dogu, ha sugerido reconsiderar la construcción de la cárcel en este área protegida.

Sin embargo, las autoridades hondureñas, encabezadas por el secretario de Recursos Naturales y Ambiente, Lucky Medina, han desestimado estas preocupaciones.

Impacto Financiero

El proyecto de la nueva cárcel, que tendría un costo aproximado de 2.000 millones de lempiras, ha suscitado debate tanto por sus implicaciones ambientales como por su alto presupuesto.

Las Islas del Cisne están situadas al este de Gracias a Dios, a unos 250 kilómetros de la tierra firme, y su ubicación estratégica añade otra capa de complejidad al proyecto.

La protesta de hoy es un reflejo del fuerte descontento de los pueblos indígenas y la sociedad civil ante lo que consideran una amenaza para el medio ambiente y sus comunidades.

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