Santiago de Chile. El ultraderechista José Antonio Kast se convirtió este domingo en el nuevo presidente electo de Chile, tras imponerse de forma contundente a la candidata de izquierda Jeannette Jara, en unos comicios marcados por la preocupación ciudadana por la seguridad y la migración irregular.
Con más del 99 % de los votos escrutados, el Servicio Electoral (Servel) informó que Kast, de 59 años y fundador del Partido Republicano, obtuvo el 58.1 % de los sufragios, frente al 41.8 % alcanzado por Jara, exministra del actual gobierno de Gabriel Boric.
La victoria de Kast se consolidó en las 16 regiones del país, incluyendo bastiones tradicionalmente vinculados a la izquierda como Valparaíso y la Región Metropolitana, además de un fuerte respaldo en zonas mineras del norte y áreas agrícolas del sur.
Una de las victorias más amplias desde 1990
El triunfo de Kast representa la segunda victoria presidencial más amplia desde el retorno a la democracia, solo superada por la obtenida por Michelle Bachelet en 2013. Desde el comando republicano, el presidente del partido, Arturo Squella, destacó el resultado como un mandato claro de la ciudadanía.
“Hay un enorme sentido de responsabilidad ante las múltiples crisis que enfrenta Chile”, expresó Squella, mientras se aguardaba el discurso oficial del presidente electo.
Por su parte, Jeannette Jara reconoció la derrota y llamó a la izquierda a ejercer una oposición propositiva, subrayando la necesidad de mantener la unidad del sector progresista.
Transición política y desafíos institucionales
Como dicta la tradición democrática, el presidente saliente Gabriel Boric llamó a Kast para felicitarlo por su triunfo, en una conversación transmitida por la televisión estatal. Ambos coincidieron en la importancia de una transición ordenada y respetuosa.
Kast, quien recibirá la banda presidencial el 11 de marzo, será el primer líder identificado con el pinochetismo en llegar a La Moneda en democracia.
Padre de nueve hijos y ferviente católico, el nuevo mandatario ha prometido mano dura contra la delincuencia, control estricto de la migración irregular y una política de seguridad más severa.
Sin embargo, enfrentará un Congreso fragmentado, sin mayorías claras, lo que obligará a negociaciones constantes para impulsar su agenda legislativa en un país políticamente polarizado.
