
Tegucigalpa, Honduras – Se cumplen cinco años desde que Honduras registró oficialmente su primer caso de COVID-19, un hito que marcó el inicio de una de las crisis sanitarias más graves en la historia del país.
Fue un 11 de marzo de 2020 cuando las autoridades de salud confirmaron los primeros contagios: dos mujeres, una de 42 años, embarazada y proveniente de España, y otra de 37 años, llegada de Suiza.
El virus se propagó rápidamente, y las principales ciudades de Tegucigalpa y San Pedro Sula se convirtieron en los focos más críticos de la pandemia.
La rapidez con la que el COVID-19 avanzó afectó la estructura social y económica de Honduras, obligando al sistema de salud a adaptarse ante la falta de recursos y una infraestructura limitada.
El impacto en cifras
A finales de 2021, el país ya mostraba una situación alarmante:
- 379,540 casos confirmados
- 10,434 fallecidos
- 4.5 millones de personas vacunadas con esquema completo
- Casi 12 millones de dosis administradas (con vacunas de Moderna, AstraZeneca, Pfizer y Sputnik V)
La llegada de las vacunas a mediados de 2021 representó un punto de inflexión en la lucha contra la enfermedad. A medida que avanzaban los meses, el país experimentó una tasa de recuperación progresiva, sobre todo en pacientes que recibieron las dosis necesarias, mientras que las medidas de prevención continuaban siendo fundamentales para reducir los contagios.
Cinco años después, ¿qué ha cambiado?
A cinco años del inicio de la pandemia, Honduras ha logrado avances significativos en el control de la enfermedad, principalmente gracias a las campañas de vacunación que se implementaron a nivel nacional. Sin embargo, los efectos del COVID-19 siguen presentes en la población hondureña.
Si bien el número de casos y muertes ha disminuido notablemente, los impactos económicos y sociales continúan afectando a diferentes sectores, especialmente aquellos que dependen del turismo, la educación y las pequeñas empresas. Además, los efectos psicológicos de la pandemia son cada vez más evidentes, con un aumento en los casos de ansiedad y depresión.
El aniversario de esta fecha es un momento para recordar la lucha de aquellos que perdieron la vida, pero también para reflexionar sobre la importancia de fortalecer los sistemas de salud del país.
La lección aprendida en estos cinco años debe ser la de estar mejor preparados para enfrentar futuras emergencias sanitarias y garantizar que las futuras generaciones no tengan que enfrentar crisis de la magnitud de la que aún estamos viviendo.