Tegucigalpa, Honduras – Hace 26 años, el huracán Mitch, que en categoría cinco dejó una estela de muerte y destrucción en Centroamérica, con mayores daños en Honduras, país que ahora figura entre los primeros más vulnerables del mundo.
La última semana de octubre y la primera de noviembre de 1998 marcaron la peor tragedia sufrida por Honduras en su historia.
Causada por el poderoso huracán Mitch, que dejó alrededor de 6.000 muertos, pérdidas económicas por más de 4.000 millones de dólares, más de un millón de damnificados y muchos desaparecidos.
Luego de un recorrido errático y lento, con vientos de más de 250 kilómetros por hora por el Caribe centroamericano, un 28 de octubre, el huracán se estacionaba en la isla de Guanaja.
Después de un día sobre la isla hondureña de Guanaja, y cuando se creía que el huracán seguiría en ruta hacia Yucatán, México, en dirección oeste, bajó hacia el sur.
El fenómeno avanzó hacia la costa caribeña de Honduras y al entrar a tierra firme se degradó a tormenta tropical, siempre con fuertes lluvias, y se creyó que saldría por el sur en el Pacífico.
Eso no sucedió, sino que la tormenta enfiló por la región sur y occidental, fronteriza con El Salvador y se internó en Guatemala, dejando también muchos daños en esos dos países centroamericanos.
Huellas del Mitch
Del huracán Mitch todavía hay huellas en Honduras, como un pedazo de pared que asoma de la fachada de lo que fue la iglesia del pueblo de Morolica, que quedó sepultado bajo escombros por la descomunal crecida del río que lo cruzaba en el sureño departamento de Choluteca.
Así nació la Nueva Morolica, que sus habitantes, con ayuda propia, estatal y de la comunidad internacional, levantaron en un sitio cercano más alto para evitar que otro fenómeno les pueda causar daños.
En Santa Rosa de Aguán, departamento de Colón, en el Caribe, el fenómeno provocó que un río partiera su suelo y al bajar las aguas su gente se enteró que había surgido una isla que no tenían.
En Pespire, pintoresco pueblo del departamento de Choluteca, sur, entre otros daños una buena parte del cementerio fue arrastrada, lo que dejó a muchos de sus habitantes sin las tumbas de sus muertos.
La capital hondureña quedó paralizada por los destrozos y con un gran dique en el centro causado por un derrumbe que corto el paso del río Choluteca que divide a Tegucigalpa con su ciudad gemela de Comayagüela, a la que no se podía cruzar.
Honduras quedó incomunicada por vía terrestre, con casi todas sus principales carreteras destruidas, y sus montañas, de las que en muchas ya había desforestación, heridas por la descomunal cantidad de agua que bajó de ellas en dos semanas.
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