
San Francisco, EE.UU. – En medio del deterioro estructural y el abandono, la prisión de Alcatraz, uno de los íconos más emblemáticos de la historia carcelaria de Estados Unidos, ha vuelto a captar la atención pública luego de que el presidente Donald Trump anunciara su intención de reabrir sus instalaciones para encerrar a los “delincuentes más despiadados y violentos” del país.
Ubicada en la bahía de San Francisco, la prisión federal fue cerrada en 1963 debido a sus altos costos operativos, siendo considerada hasta tres veces más cara que otras cárceles estadounidenses.
Hoy, Alcatraz permanece como un atractivo turístico que recibe más de 1.4 millones de visitantes al año, gestionado por el Servicio de Parques Nacionales.
Sin embargo, el anuncio del mandatario republicano, hecho a través de su red Truth Social el pasado 4 de mayo, ha desatado una oleada de críticas por parte de autoridades estatales, expertos y ciudadanos.
Una iniciativa sin cronograma ni financiamiento
Pese a la contundencia del mensaje presidencial, la orden de reapertura no contempla un cronograma definido ni una estimación de costos. Además, el proyecto necesitaría la aprobación del Congreso para recibir fondos, un paso que muchos consideran improbable dada la controversia que genera.
El gobernador de California, Gavin Newsom, criticó duramente la propuesta y la calificó como un intento por desviar la atención de la crisis económica provocada por las políticas arancelarias de Trump.
Por su parte, el senador Scott Wiener tachó la medida de “ridícula”, señalando su elevado costo y la falta de claridad sobre los criterios para encarcelar personas en un sitio históricamente asociado con condiciones penitenciarias extremas.
Presiones sobre el sistema penitenciario
La polémica se suma a los actuales desafíos que enfrenta la Oficina de Prisiones (BOP), ya sobrecargada por problemas de infraestructura, escasez de personal y la exigencia de albergar a miles de migrantes detenidos bajo las políticas de deportación impulsadas por la actual administración.
“Ya no seremos rehenes de criminales, matones y jueces que tienen miedo de hacer su trabajo”, expresó Trump, quien aseguró que Alcatraz sería un símbolo de “Ley, Orden y Justicia”.
Reacciones divididas entre turistas y expertos
Mientras la orden se materializa o no, miles de turistas continúan visitando Alcatraz, recorriendo sus muros derrumbados y celdas vacías, ahora cubiertas de excremento de aves.
Algunos como James, un joven de 22 años de Long Beach, ven con buenos ojos la reapertura. “Si se hace bien, podría ser algo positivo. Seguro que Trump tiene un plan”, comentó tras su recorrido.
Otros se muestran más escépticos. “No necesitamos esto”, opinó Chad, turista de Cleveland. Incluso académicos como el historiador de Stanford, Richard White, consideran la propuesta como “una idea loca” y sin fundamentos serios.
Un símbolo histórico entre el turismo y la controversia
Desde su cierre hace más de seis décadas, Alcatraz ha sido inmortalizada en la cultura popular por las historias de criminales como Al Capone y fugas legendarias. Hoy, el debate sobre su reapertura divide opiniones y plantea interrogantes sobre las prioridades del sistema penal estadounidense.
Mientras tanto, el histórico penal permanece entre ruinas, turistas y polémicas, esperando si finalmente volverá a funcionar como prisión o seguirá siendo solo un testigo silencioso del pasado.